Marie Anne Lenormand nació en Alençon (Francia) el 16 de
septiembre de 1768 y fue la gran profetisa de la alta sociedad de París en la
convulsa época de la Revolución Francesa y el posterior imperio de Napoleón
Bonaparte, llegando a ser conocida como la "Sybille des Salons" (la
"Sibila de los Salones").
Se cuenta que ya desde pequeña pronosticaba con éxito
acontecimientos futuros: a los siete años anunció cuál sería la siguiente
abadesa del convento donde estaba siendo educada tras producirse la muerte de
la anterior, profecía que resultó acertada.
Su padre, comerciante textil, proporcionó a la familia una
vida acomodada, hasta el fallecimiento de éste. Alrededor de los 14 años Marie
Anne se traslada a París a buscarse una vida mejor, ciudad en la que se
acabaría instalando para siempre. Al principio fue la protegida de un joven y
bello aristócrata, Armeval de la Sausette, que había reparado en sus dotes
antes que nadie. Para acallar rumores malintencionados, el noble la contrató
oficialmente como su "lectrice" (es decir, su secretaria o ayudante).
En 1793, en plena época del terror de la Revolución
Francesa, los Sans-Culottes entraron en la casa del noble para llevárselo a la
guillotina, pero Marie Anne logró escapar.
Tras semejante peripecia, contactó con dos ocultistas del
París de la época: la dama Gilbert y el señor Flammermont. Ella adoptó el papel
de joven gitana-bohemia que leía la fortuna. De Gilbert y Flammermont aprendió
todo del oficio, y cuando ella se vio preparada y más experimentada, decidió
que era el momento de ir por libre y abrir su propio negocio.
Se fue haciendo cada vez más popular, e instaló
definitivamente su consulta en el número 5 de la Rue de Tournon, casa en la que
también residía. Su consulta se camuflaba con discreción y guardando en lo
posible las apariencias: el único distintivo colocado a la entrada del lugar
era “Mademoiselle Lenormand Libraire”, ya que la literatura era la otra gran
pasión de Lenormand.
La elección del edificio no fue casual. Con la ayuda de un
péndulo, Madame Lenormand encontró que desde los sótanos se podía acceder a
ciertos corredores secretos del subsuelo de París, que podrían ser de extrema
utilidad dadas las convulsiones políticas y sociales de la época.
Se hizo muy popular entre los personajes de la alta
sociedad, y predijo la suerte de muchos de los protagonistas de la Revolución
Francesa y varios de los trágicos desenlaces de la vida de muchos de ellos como
Marat, Saint-Just, Robespierre, etc.
A pesar de sus múltiples e inevitables detractores, se las
ingenió para ir navegando entre los violentos cambios políticos y sociales de
su tiempo, siendo testigo de todos ellos. Aunque con momentos difíciles, como
cuando pasó unos días en prisión.
Una de sus profecías más sonadas y acertadas fue el anunciar
a Josefina Beauharnais (futura esposa de Napoleón) la prematura muerte de su
primer marido, el Vizconde de Beauharnais, y su posteriores segundas nupcias
con “un soldado que escalaría los más altos honores…”. La relación con Josefina
fue lo que acabó por catapultarla a la fama, ya que la emperatriz contaba con
ella constantemente.
Después de la caída de Napoleón su prestigio siguió intacto,
incluso creciendo, hasta el punto de que en 1813 fue visitada por el Zar
Alejandro I, ya que las fuerzas rusas habían ocupado París por primera vez tras
el desmoronamiento del imperio francés. Incluso Federico Guillermo III de
Prusia (aliado en aquel momento de los rusos) también la visitó de incógnito.
Se dice que tenía un porte muy distinguido y refinadas
maneras, además de amplia cultura y extremada educación. Iba a todas partes
acompañada de su gato, y su franqueza y transparencia le abrieron las puertas
de todo París, ya que solía hacer las “predicciones” con bastante claridad y
evitando ser crítica, parcial o vaga en sus análisis. A parte de su actividad
pública, se supone que secretamente tenía relación con los reservados círculos
esotéricos de su época.
Lenormand utilizaba también el Tarot. Cabe recordar que en
Francia el erudito y ocultista Antoine Court de Gebelin (1728-1784) había
resucitado el uso público del Tarot, incluso diseñando el suyo propio en 1781,
inspirado vagamente en el Tarot de Marsella.
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